martes, 11 de agosto de 2015

Back to Liverpool: Berry & Rye, bar clandestino.

              La historia que hoy relato ocurrió una fría noche de miércoles, en una ciudad cualquiera, de la forma más inesperada posible. Me hallaba sentado a la mesa, frente a un caballero de envidiable cabellera e innegable carisma, Bonafaux le llamaban, devorando un grasiento muslo de pollo acompañado por unas patatas fritas que, debido a la longeva vida del aceite en el que habían sido bañadas, dejaban un extraño pero no del todo desagradable regusto a pescado. Nos encontrábamos tan cansados y famélicos que durante al menos siete minutos mantuvimos un profundo silencio, únicamente perturbado por el rumor de los mordiscos. Ni siquiera usamos cubiertos, por lo que para cualquier observador casual la escena habría resultado ciertamente prehistórica. De pronto, cuando el aburrimiento estaba cerca de llevarnos a la cama, la ventana del salón se abrió en un estruendo, permitiendo que una breve pero intensa corriente de aire otorgase vida a nuestras servilletas, que comenzaron a bailotear sobre la mesa con mayor salero del que yo podría soñar. Seguidamente escuché unos gritos, sin duda provenían de la calle, y al inclinarme pude discernir en la oscuridad unos ojos brillantes bajo un brazo que se agitaba de lado a lado, tratando de captar mi atención. Allí se encontraba nuestro buen amigo Pablo que, debido a la ausencia de portero automático en este edificio, no tuvo otra que tirar de voz y de aspamientos para conseguir que le abriéramos la puerta. Así se hizo, y gustosamente le recibimos entre risas y abrazos.

           La velada se animó sobremanera, un auténtico festival, pues hacía un año que no coincidíamos y había muchas desventuras de las que ponerse al día. Tratándose de tres hombres en la plenitud de sus vidas no os costará demasiado adivinar cuales fueron los temas abordados. La luna brillaba como moneda recién pulida, y tras dos horas de acalorada discusión sobre las más novedosas artimañas, triquiñuelas y avances en la conquista de mujeres, decidimos trasladar nuestra inesperada reunión a las calles. Supuse que tratándose de un día laborable difícilmente podría perderse mucho ahí afuera, pero a modo de coche explorador Pablo tomó la delantera y prometió  llevarnos hasta un bar de insuperable encanto, de belleza intacta, algo así como El Dorado. A decir verdad no parecía estar muy seguro del emplazamiento, por momentos creí caminar en círculos ¿Pero quién podría abandonar tal aventura? Con la sutileza que le caracteriza, Raúl trató de sonsacar a nuestro líder alguna información, algo tranquilizador, pero andaba demasiado concentrado en encontrar la ruta. 

          — ¡Aquí es! — exclamó Pablo, y se paró en seco, cual zahorí sobre corriente de agua subterránea. Resultó ser una peluquería. 

             Casi habíamos perdido la esperanza cuando de nuevo se detuvo y, ante una fachada completamente negra, volvió a repetir "¡Aquí es!". Bonafaux y servidor nos miramos de reojo, con recelo, pues aquel lugar distaba mucho de nuestra idea de bar. Estaba cerrado a cal y canto, como búnker de guerra, y no había rastro de carteles luminosos o anuncios de bebida. La puerta era maciza, las persianas estaban bajadas y ni siquiera aguantando la respiración pudimos percibir el más mínimo ruido. 

           — ¡Que sí, que es aquí! Voy a llamar — añadió con aplomo, y educadamente golpeó con sus nudillos aquel imponente portón. Tres veces, ni una más ni una menos. Se hizo el silencio, nada parecía suceder...En la calle, por supuesto, ni un alma.  ¿Acaso éramos tres tontos muy tontos? Chirrió un cerrojo mal engrasado y acto seguido, ante nuestra estupefacción, apareció un gorila de dos metros, con la cabeza rapada, traje impoluto y pinganillo. Tragué saliva. Aquel armario ropero nos miró de pies a cabeza, con extremada seriedad, y le bastó con un gesto. Estábamos dentro, y sí, era único. 


                Supongo que mi relato os habrá cautivado, pero como de costumbre ya es muy tarde y optaré por seguir escribiendo de forma más sencilla. El "Berry & Rye" no será el bar más bonito de Liverpool, pero te introduce en una atmósfera que muy pocos sitios consiguen. Es un lugar bastante selecto, con una clientela que presupongo fija, y por lo que he leído en foros no siempre te lo ponen fácil. En resumen, si no les da la gana ni te abren la puerta. Tiene pinta de ser muy antiguo, pero está impecable, y para mi gusto la música es inmejorable. Rock y Jazz  años 20, según Raúl. Funciona de forma prácticamente clandestina, aunque claro con Internet la cosa se complica. Los camareros son amables, especialmente una chica rubia que no dejaba de traernos agua fresquita, y los menús/cartas están camuflados en el interior de libros. Supongo que están inspirados en la época de la ley seca, donde se prohibió el consumo de alcohol y tendrían que apañárselas por si venía la policía (Esto son elucubraciones mías y de Pablo, vete tú a saber). 

Libro sobre Londres con el menú escondido en páginas centrales.

          Pasamos un rato genial y extremadamente surrealista, sentados en ese antro prácticamente perdido en los alrededores de China Town...aunque lo mejor fue la conversación, nos dio por airear batallitas y anécdotas. Pablo hizo que nos meásemos literalmente de la risa con la historia de cómo su hermano acabó adoptando un burro y lo utilizó como medio de transporte para ir a la universidad. Verídico, hay fotos, y si alguien quiere lo contaré en detalle. De película.

Os adjunto comentarios sobre el bar escritos en foros:

"On arrival I was a bit uneasy as the doormen made me feel awkward entering but once inside I settled in for a wonderful evening!! Decor is amazing! Old fashioned books, lamps, a piano in the corner. The drinks menu is delivered inside a book just like it would have in the prohibition. A real quirky place with great atmosphere and great drinks! A little pricey but a great night was had by all"
"Great little place if u can find it. Knock on the door , if there is space they will let u in. Speakeasy bar with lovely cocktails . Nice relaxed atmosphere. Staff only too pleased to make a recommendation." 

"When you finally realise where this place, if they actually open the door and let you in...... Welcome to jazz paradise.It's a dark and dingey place (in the best kind of way). A very sexy seductive feel as if you're not supposed to be enjoying yourself. Drinks menu is hidden within a novel. All adds to the fun."
"Went to Liverpool and found this place online. I can categorically say it was incredible! The drinks were delectable, the staff were sensationally attentive and full of great chat. Nice friendly chilled atmosphere. The piano man and the rendition of frank Sinatra was just breathtaking. I want to live here!!!"

Y no, no revelaré la calle. Que continúe el misterio... 



lunes, 10 de agosto de 2015

Back to Liverpool: mi edificio, entorno y Central Perk

             Ya es media noche y tras un resacoso domingo en el que sólo he dejado el piso para pasear por Albert Dock y comprar un pimiento (sí, solo uno), es momento de acomodarme, despejar la mente y seguir relatando mis desventuras por estas tierras del norte. Mañana se cumple una semana de mi llegada y, a pesar de no haber hablado in English tanto como quisiera, sé que le he sacado buen partido. Como ya comenté esta es mi segunda visita a la ciudad, ya sumo tres meses, y en estos instantes - 12:15 de la noche - siento que estoy conociendo otro Liverpool, con otro sabor, como cuando lees un libro por segunda vez y te cuenta cosas distintas (Es tuya, papá). Sé que son las mismas calles, los mismos edificios, el mismo olor a pescado frito en las aceras, pero lo estoy percibiendo con más intensidad...como si se me hubiera despertado un sexto sentido. Voy disfrutando de cada anécdota, de cada gilipollez, e intento caminar las calles con los oídos bien abiertos para escuchar la poesía que emana incluso de los tugurios más casposos. Por si lo estás dudando NO, no me he drogado, eso se lo dejo a los aburridos. Creo que esta es la actitud adecuada con la que afrontar un viaje así, un descanso de España y de uno mismo, convenciéndote cada mañana de que incluso salir a comprar un pimiento puede ser la reostia. Predisposición, así de sencillo. 

             Quiero hablaros de tres cosas. Mi edificio, sus alrededores y la réplica del Central Perk (Mítico bar la añorada Friends).

19, Ranelagh Street

             Si entráis en Google maps y tecleáis "19 Ranelagh Street, Liverpool" os daréis de bruces con el edificio estrecho y negruzco desde donde escribo, prometo saludaros desde la ventana. La puerta principal da a la parte de atrás, a un mugriento callejón donde los amables trabajadores del "Losbter Pot" (cadena de comida rápida) sacan la basura. Como podéis imaginar ni el olor ni las vistas son demasiado agradables...Temo traer a una chica y que salga por patas nada más cruzar la esquina por falta de romanticismo. Pequeñeces aparte, al contemplar la fachada tienes la sensación de estar frente al domicilio de algún perturbado escritor, del tipo Edgar Allan Poe...O de Jack el destripador...Os juro que verlo en persona no deja indiferente, tiene un oscuro encanto y sin duda me inspira para continuar con el blog. 

La flecha naranja apunta directamente a la ventana de mi habitación.
Raúl posando para Ortagrafía. Entrada al edificio.
Por situaros un poco más me he currado este mapa. Mi cabezón representa la posición del edificio. El número 1 marca la zona donde realizamos las compras diarias; el 2 Bold street, la zona más marchosa de Liverpool llena de garitos para la juventú; el 3 un McDonalds donde solemos robar bolsitas de pimienta; el 4 el lugar más turístico de Liverpool, Matthew street, donde se sitúa el mítico "The Cavern", meca para cualquier fan de Los Beatles; por último el 5 apunta al río Mersey, dónde solemos ir a correr, pasear y filosofar. Con línea verde y rosa he marcado las rutas que solemos recorrer a diario. Nada está más alejado de 10 minutos. 


Central Perk (momento Friki)

             Para todos los que como yo crecisteis con la mítica Friends (sé que sois muchos), sentarse a tomar un café en el archiconocido Central Perk es una visita OBLIGADA, sobre todo si lo haces recostado en ese sofá naranja donde Ross, Joey, Chandler, Mónica, Phobe y Rachel pasaron tantos grandes momentos. El año pasado di literalmente la chapa a Raúl para que me acompañase a verlo, cosa que le agradezco, y este año tampoco me he podido resistir. Curiosamente han abierto otro cerca de nuestro edificio, así que caerán más cafés. Os confieso que no es exactamente igual que el de la serie, decepciona un poco al entrar, pero solo necesitas 10 minutos para meterte completamente en el papel. El señor Bonafaux es testigo del subidón de adrenalina que me dio sentarme en el sofá naranja, creo que no me sentía así desde que era niño por navidad. Lo juro, piel de gallina. Cuando llegué el sofá estaba ocupado, la gente se pelea coger sitio, pero con paciencia lo conseguimos. Sirven cafés tamaño piscina, batidos y demás productos, todos con nombres que recuerdan al programa. Yo me pedí un Mocaccino, y Raúl algo que empezaba con  Joey. El suyo estaba tirando a malo e intentó beberse el mío, pero anduve rápido. En las paredes hay televisores incrustados donde ponen episodios sin parar, en inglés claro, y también algunos guiones originales de la serie firmados por los actores.

       

sábado, 8 de agosto de 2015

Back to Liverpool: intercambiando idiomas.

            Me até los cordones, agarré mi querida chupa de cuero y, chicle en boca, acompañé a Raúl hasta nuestro bar talismán, el "Fly in the Loaf" en Hardman Street, al que asistimos puntuales cada jueves a eso de las 8 p.m. y donde hemos alistado a cada uno de los miembros  de la que podría denominarse "nuestra peñita de Liverpool". Creo que todas las noches memorables que he pasado en Inglaterra comenzaron al fondo de este garito, "El fly", sentados entre desconocidos, cervezas y algún que otro silencio incómodo. Curiosamente, a pesar de haber pasado un año y no haberlo planeado, nadie ha faltado a la cita este Agosto...Miento, no ha venido el Italiano-loco-bailarín...Jodido personaje. Me gustaría hablaros de él en detalle, da para novela de suspense, pero ya es muy tarde y además creo que le tengo en Facebook. Podría encontrar este maravilloso blog, ofenderse y venir a degollarme o, lo que es peor, querer que recuperemos el tiempo perdido. Hay personas a las que no aguanto e inexplicablemente yo a ellas les caigo cojonudo ¿Os ha pasado? El  Italiano-loco-bailarín es un ejemplo. 


               Que estaba  yo diciendo...Ah, sí, el "Fly in the loaf". Es un sitio carete pero que merece mucho la pena visitar ya que organiza habituales intercambios de idiomas (language exchange), y los jueves toca English-Spanish. Normalmente sobra gente de habla hispana, malditos seamos, pero algunos días hay suerte y tienes a tres guiris para consumo propio. Recuerdo que el año pasado llegamos cargaditos de prejuicios, de esos que nos inculcan en los pueblos "¡no hables con desconocidos hijo mío!", y no fue fácil dar el paso. Qué estúpidos podemos llegar a ser, Dios mío. Tendemos a pensar que todo aquello que nos resulta desconocido es cosa de gente raruna, de frikis, y no hay nadie más raro que el que se niega a integrarse. Hablando claro, somos unos cagones. Reconozco que cambiar de país, entrar a un bar y sentarte en una mesa con veintitantas personas de varias nacionalidades para chapurrear sobre tu vida puede ponerte nervioso, pero estoy súper orgulloso de haberlo probado y ojalá pudiera contagiaros las ganas. A veces va gente admirable, con mucho mundo en sus zapatos y  mil anécdotas, a los que disfruto escuchando. El año pasado conocí a un chico que había mandado al carajo su carrera de ingeniero para volverse escritor y todavía le envidio. Estaba en Liverpool ultimando el guión de una película sobre la mafia Italiana, le fascinaba la mafia. Ayer me senté junto a un señor desgarbado que rondaría los setenta, de melena blanca, barba hipster y traje, que había dedicado años de su vida a ayudar a los necesitados en África e incluso trabajó como dentista de la familia real de Dubai (Igual mintió y ahora se está partiendo su arrugada caja). Por último, y no por ello menos importante, siempre acude alguna chica de infarto y te pasas dos horas esperando que haya sitio libre a su lado para intentar sacarle el número con la excusa de querer ayudarla con su español. Al ser artículos de lujo suelen estar rodeadas de babosas, pero beben tanta Guiness que cada 16 minutos alguno escapa al baño y surge una vacante. 

Ahí me tenéis, preparado para robar idiomas.

            Como iba diciendo acompañé a Raúl "El culto" hasta el Fly, pero esta vez no era Jueves, sino Martes. Me comentó que había quedado con un chico que conoció en el intercambio de la semana anterior y, gorrón de mí, me apunté al instante.Vaya si acerté, porque hasta el momento ha sido una de las tardes más originales y mejor aprovechadas de mi estancia en el Merseyside. Se llama Eddie, tiene el pelo alborotado (sin las mechas de color), y apareció cuando nosotros ya casi habíamos tumbado la primera pinta. Ronda los 25 y trabaja como periodista en las llamadas Tabloids, que son revistas que revelan datos absurdos/curiosos como "La mujer más gorda del mundo vive en la India" o "Los siete pasos para ser bueno en la cama". Eddie quiere llegar a hacer periodismo serio, pero mientras tanto se gana el pan y se echa unas risas. Me demostró ser un magnífico profesor de inglés, y junto con Bonafaux intenté explicarle la cantidad de usos que tiene el verbo "Quedar" en castellano: Quedar con alguien, quedarse helado, queda poca gente, quedamos como amigos, me quedé sin gasolina...Resultó ser un alumno muy aplicado. Le caímos muy bien desde el principio, sobre todo yo, y nos invitó a acompañarle a otro bar más barato donde poder seguir con la clase. En el trayecto nos confesó que los españoles somos "muy tocones", que no paramos de dar palmaditas en la espalda y rozar mientras hablamos. También se quedó congelado porque había olvidado coger chaqueta pero lo solucionó con otra pinta. Liverpool es una ciudad de bares con encanto, así de claro, y el local al que nos llevó me dejó prendado. Se conoce que John Lennon solía beber ahí de joven y tienen una foto suya colgada tras la barra. Eddie y yo tratamos de copiar aquel gran momento de la historia.

Somos los de la derecha.

          El intercambio de idiomas acabó desvariando y dedicamos más de una hora a palabrotas y cochinadas varias. Aprendimos todo lo que no aparece en los libros. 

jueves, 6 de agosto de 2015

Back to Liverpool: desayuno con alubias y algunas compras

             Me desperté en el sofá, con la manta por el suelo y la sensación de haber recibido una agradable paliza. Entraba excesiva luz por la ventana y se escuchaban murmullos en inglés entremezclados con gaviotas y motores de autobuses. Se ve que en esta zona todavía no han inventado la persianas (Tampoco las había en Amsterdam ahora que recuerdo) y la gente se pone a funcionar tan pronto como el Lorenzo les pega en la cara. Desde la calle puedes ver perfectamente lo que la gente hace en sus casas, en plan gran hermano, es bastante curioso. Raúl "el culto" andaba leyendo en su alcoba, que es el doble de grande que la mía y por consiguiente da el doble de grima. Nos atrajo la idea de salir a tomar un desayuno British para sentirnos integrados socialmente (En realidad lo hicimos porque la nevera solo podría das más pena si tuviese un violinista dentro). Por suerte recordé rápidamente como funcionan las pounds y tampoco me costó demasiado pillarle el truco a cruzar la calle. Como ya sabéis aquí conducen por la izquierda y el año pasado me costó horrores acostumbrarme. Llegas al paso de cebra, crees que no viene nadie y casi te arrolla el típico taxi negro. No exagero, si venís tened cuidado.

                Bonafaux me llevó a un local con tanta clase como la suya, todo de madera y con el suelo recubierto por una tupida alfombra. Muy buena música, por cierto, en Liverpool tienen buen paladar en las orejas. Nada de "serruchos", "taxis" o demás bazofias reggaetoneras que me dan ardor de estómago. En la barra habría unas cuatro personas con sus correspondientes pintas de espumosa cerveza, y no eran ni las 10 de la mañana...Se ponen como el kiko, ellos y ellas, sin distinción. No es de extrañar ver señoras de la quinta de mi abuela tragando birra como si no hubiese mañana, tan gorditas y sonrosadas que no parecen descender del mono. Al fin llegó el desayuno, qué barbaridad. Raúl pidió que se lo trajesen sin alubias, es un flojo, pero lo hizo en perfecto inglés. El tío nunca está conforme con el menú, tendríais que verle en McDonalds exigiendo que le quiten la lechuga y las salsas "No letusss...no meillo, MEILLLO!!" y la dependienta con cara de poema. No hay nada como pasar por la odisea de pedir una hamburguesa para cerciorarse de nuestro brillante sistema educativo. 

Todo esto me metí recién levantado
              Sentí la necesidad de desinfectar la casa, no podía vivir en semejante vertedero. Tras el desayuno fuimos a un "Pound world", que viene a ser un "todo a 100", para comprar una escoba, una fregona y una botella de lejía. Aprendí que a las escobas las llaman "Sweeping brush" y que los cubos de fregona no tienen escurridor, al menos no si son tan baratos.  A día de hoy el piso ya parece un nidito de amor y somos una feliz pareja  de amigos heterosexuales con ganas de mejorar su inglés para que no les despidan. Después nos pasamos por el "Primark" y eché al carro un par de almohadas, un nórdico y una mantita para adecentar mi mugriento colchón por unas 15 libras. Este es el resultado ¿No os dan ganas de venir a siestear?



miércoles, 5 de agosto de 2015

Back to Liverpool: vuelo y toma de contacto

            Os diré, por si estáis preocupados y no podéis pegar ojo, que ya estoy en Liverpool totalmente sano y salvo, o como dirían por estas tierras “safe and sound”. Escribo desde la que será mi cama durante este mes, si se le puede llamar así, porque da una grima preocupante. Es la primera vez que veo un colchón rojo, espero que saliese así de fábrica, y no sé si por antigüedad o por la estresante vida sexual del anterior inquilino está completamente abollado y no tendrá más de 6 cm de grosor. Sinceramente me da asco estar aquí tumbado, tanto que ayer tras mi llegada (aterricé sobre las 12 p.m.) traté de dormir y no aguanté más de 15 minutos en contacto con esta guarrería de la naturaleza. Quiero pensar que era un rollo psicológico, soy un auténtico señorito, pero me picaba absolutamente todo el cuerpo. No me rascaba tanto desde la varicela. Tal era el nivel de terror que decidí acomodarme en el diminuto sofá del salón, echo un bicho bola y con el cuello torcido. Aguanté seis horas del tirón y mi atractivo compañero de piso, Raúl Bonafaux, no dudó en inmortalizar el momento al encontrarme sopa e indefenso. Ta' mate!


          El vuelo fue bien, ni una turbulencia, hubiese besado al piloto. Me tocó un asiento en ventanilla (a window seat) justo sobre el ala izquierda y pasé gran parte del trayecto supervisando los mecanismos. Ya sé que es una estupidez, sobre todo porque no entiendo ni jota de ingeniería, pero me vi en la obligación moral. También disfruté observando el hipnotizante manto de nubes y pude presenciar el atardecer desde las alturas, lo cuál me hizo sentir un ser privilegiado. Aterrizamos en el aeropuerto John Lennon (Aquí exprimen a los Beatles más que nosotros a las cigüeñas), recogí el equipaje, mandé un sms de rigor a mi familia en plan "sigo vivo" y me tocó hacer cola a lo Port Aventura para poder entrar en el país. Tuve que esperar unos 5 minutos ya que según el señor agente ya no me parezco a la foto del DNI. El tío con absoluta seriedad, impasible, miró mi cara y el carnet repetidas veces ¿Habré ido a más guapo? ¿Lo habrán notado las chicas? Menos mal que se solucionó o ahora tendría una buena anécdota.


             Caía la noche en Liverpool y la temperatura dejaba bastante que desear. El verano aquí se parece mucho a nuestro otoño, temperaturas de 10 a 15 grados y un alto grado de humedad (Raúl confirma lo de la humedad "porque a la ropa le cuesta mucho secarse"). La zona estaba desierta y en inquietante silencio. Para llegar al centro tuve que coger un urbano y en la parada conocí a una chica bajita y morena que estaba igual de perdida que yo: Alicia. Creí que era inglesa y viceversa, aunque después de algunos "sorries" y varios errores garrafales supimos que éramos primos hermanos. Resultó ser Madrileña y a bordo del "80A", por el carril izquierdo, nos hicimos íntimos. Me contó que había conseguido trabajo en Zara, que lleva aquí desde Enero, que es feliz y curiosamente vivimos al lado. Sonará a gilipollez, pero cuando estás solo en el extranjero cualquier persona de tu país se convierte automáticamente en tu mejor amigo y no quieres perderla de vista. Te pides el móvil, el Facebook, te interesas por si lleva una dieta saludable....Todos somos majísimos al pasar la frontera y nos deseamos la mejor de las dichas.

           Por las ventanillas no dejaban de pasar fugazmente las típicas casas inglesas de ladrillo y los inagotables locales de pakistaníes con carteles luminosos donde cenar pollo frito por 5 pounds, prácticamente la única opción de sobrevivir (y engordar) sin arruinarse en esta ciudad. Fue entonces cuando mi voz interior exclamó "¡Eh, que ya estás en Inglaterra!". También pensé que Liverpool es encantadoramente feo. Bajamos del bus, nos dimos dos besos y un abrazo. Suerte en tu aventura Alicia. 


            Cinco minutos después me presenté con la maleta en mi nuevo hogar, sin llaves, y Bonafaux tardó una eternidad en abrir. Me desesperé, lancé piedrecitas contra su ventana y grité su nombre hasta que a varios ingleses les dio por mirarme raro. Supuse que el bueno de Raúl estaría ultimando los detalles de mi fiesta sorpresa, escondiendo a los invitados y apagando las luces...Sí, sonaba verosímil...Pero no. Las gaviotas (seagulls) no dejaban de gruñir y sobrevolar mi cabeza, casi rozándome con sus alas. Les tengo absoluta fobia, me aterrorizan. Juro que esto está plagado de ellas, hay más gaviotas que personas y caminan por las aceras y tejados sacando pecho, con chulería, en busca de suculentos desperdicios para darse un banquete. De pronto me vi rodeado por cinco, volaban en círculos y  recé porque no me comieran. He visto muchos documentales sobre buitres y sé cuando un pájaro está esperando a que mueras para devorarte. Sus graznidos me perturban, a veces parecen carcajadas y otras gritos de socorro. Perfectamente podrían hacerse con el control de la ciudad si así lo decidieran, como los delfines en aquel capítulo de Los Simpson. 



           Para ilustrar mi odio, recuerdo que el año pasado una se posó a mi lado sobre una papelera y me miró tan fijamente que pensé que iba a saludarme. A Raúl hace unas semanas le atacó una para quitarle una caja de pizza, pero salió ileso, y acaban de comentarme que no hace mucho una desalmada picoteó a un conocido en la cabeza para robarle una palmera de chocolate. También hay palomas pero las pobres están flacas porque las gaviotas no comparten. 


Joder había olvidado lo que odio a las putas gaviotas.