Discoteca, cinco de la madrugada. Poco tienes que ver con aquel chico que se engominaba en el baño seis horas antes, al ritmo de Just feel better. Olías a perfume, tus zapatos brillaban como el sol y tu ropa parecía sacada de un anuncio. El espejo reflejaba tu mejor versión. Desprendías optimismo por cada poro y te invadía un presentimiento. Ahora no sabes a qué hueles, peleas por medio metro cuadrado y tus rodillas están demasiado gastadas para repetir el único paso de baile que conoces. Te niegas a soltar la copa a sabiendas de que es simple hielo derretido. Tan derretido como tú.
Por tercera vez suena la misma canción y buscas una mirada cómplice que te haga creer. Contemplas los alrededores y nadie parece pasarlo demasiado bien. Carcajadas forzadas, torpes movimientos e inútiles intentos por despertar acompañado. Búsqueda de un gol en el añadido. Nadie se atreve a ser el primero en abandonar. Mal de muchos, consuelo de tontos.
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