Semana Santa, bendita seas ¡¡Cómo ha costado coger las vacaciones!! Aunque sea matemáticamente imposible, parecían estar cada vez más lejos. Apunto estuve de quedarme sin oxígeno. Qué sensación tan extraordinaria la de salir del trabajo, escuchar cómo cantan los pajaritos y saber que no tendrás que volver en once días. Tuve ganas de arrancarme a bailar, abrazar las farolas y besar a todo el mundo, como en los musicales. Ni un tsunami hubiese arruinado el momento. Luego lo pensé mejor y me conformé con silbar un poco. En esta vida o guardas las apariencias o estás loco.
Hacía años que no valoraba tanto tener unos días libres. De hecho, siendo universitario, lo odiaba. En mi caso la verdadera fiesta residía entre semana. Clases, buenas amistades, cervecita a media tarde, chicas, discotequeo e independencia ¿Qué más pedir? ¡¡Eso sí que eran vacaciones!! Durante tres años mi única obligación fue hacerme la cama (y estudiar, que se me olvida). Vivir en una residencia universitaria, por no llamarla hotel para golfos, es incomparable. Sin ninguna duda fue la mejor etapa de mi vida. Los veranos se me hacían eternos...¿quién lo diría? Llamadme rarito pero no soporto las tardes de piscina y sofá. Ya tendré tiempo de sentarme a mirar obras cuando cumpla los 80.
La universidad terminó, casi dolió aprobar. Ese bonito espejismo no podía prolongarse eternamente (aunque a algunos poco les falta). Dentro de lo malo, un ángel apareció y me ofreció trabajo estable exactamente donde quería. Me río yo de los que no creen en la suerte. Dejé la residencia y me trasladé a un piso, por probar. Fue entonces cuando descubrí que la nevera se vacía, que el baño se ensucia, que no se puede tender con cielo nublado y que las facturas cuestan dineritos. Ya no chupo de la sopa boba, soy un "adulto" de 21 años. No sé si es bueno o malo, simplemente es lo que hay.
Ahora las vacaciones son sinónimo de regresar a mi hogar, dulce hogar. Ese lugar donde vuelves a ser niño y donde siempre se te recibe con el felpudo de "bienvenido". Esa puerta que nunca se cierra, esas sábanas recién planchadas, esas repisas con fotos de la comunión y esa tortilla que sabe como en ningún otro sitio. Un lugar que siempre te recuerda quién fuiste y que está orgulloso de quién eres. Si nunca me hubiese ido, no sabría valorarlo como lo hago hoy.
Me siento totalmente identificada!
ResponderEliminarUna retrospectiva al trabajo bien hecho, y los frutos de ser un adulto tan joven. ¿Te acuerdas cuando estudiábamos psicología, concretamente en los estadios de la pirámide de Maslow? Estás autorrealizándote, así que disfrútalo poque la que está cayendo en estos tiempos es de aupa.
EliminarQué tal las alergías (guiño, guiño)
ResponderEliminarCada artículo me sorpende más, este en concreto es extraordinario, te recomiendo para mi hija, le digo que contigo no habría lugar para el aburrimiento.
ResponderEliminarCon un par de cubatas aun soy mejor jaj. Gracias por formar parte de mi rinconcito. Un saludo
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