lunes, 10 de noviembre de 2014

Triste adiós

              En mi Alfaro natal, hará como dos años, abrieron una tienda de deportes que ya anda echando el cierre gracias a la crisis y a esa curiosa inclinación del alfareño medio por comprar en Zaragoza para sentirse más cosmopolita. Y diréis...¿Por qué nos cuenta esto? Pues bien, los precios bajan por liquidación y no pude esperar para cambiar de zapatillas. Para los que sentimos cierto apego por el dinero (hay quien lo llama ser un roñoso cabrón), encontrar descuentos de hasta 50 euros un miércoles al atardecer es lo más parecido al milagro de la creacción. Casi poético. Volví a casa con ansias de estrenar, puse las viejas en una caja polvorienta y, contra todo pronóstico, sentí la obligación de dedicarles una última mirada, unos segundos de silencio antes de cerrar por siempre su austero ataúd de cartón.

                 Tras un año haciendo camino les llegó la hora, habían dado el último paso. Tan desgastadas, deformadas y descoloridas...Incluso olían ligeramente a muerto. Traté de hacer memoria y, curiosamente, con ellas en los pies he vivido varias de mis mejores aventuras. Nunca me rozaron y aún así surgió el cariño. A pesar de las negativas del párroco del pueblo me las arreglé para celebrar el funeral que merecen. Una ceremonia íntima y emotiva, en la que no faltaron ni flores ni elogios a una vida. "¡Siempre se van las mejores!", exclamé... "Llévame a mi, ya nada tiene sentido", susurré entre sollozos...Me gustaría pensar que ahora corretean sobre las nubes, en el cielo de las zapatillas, junto a calzado ilustre como las Reebok Inferno de Martin Fiz (Claramente estoy exagerando, había que llenar líneas).

A mis fieles compañeras de viaje
2013-2014
D.E.P.
En fin, escribiré "de a pocos" todo lo que aprendí y desaprendí con ellas puestas. 300 y pico días de ortaventuras. No será un bestseller, pero para ser de Alfaro ya vale.