miércoles, 28 de noviembre de 2012

Disculpe señora, pero...

          Si  pensamos en señoras mayores (ojo, no es una de mis aficiones) suele recorrernos  la imagen de una amable octogenaria de moño grisáceo, enormes gafas, cálida bata y hospitalaria sonrisa arrugada cual pantalón de pana. Una de esas  encantadoras viejecitas que pasan la tarde tejiendo gorritos y bufandas para sus 500 nietos mientras se mecen sin pausa frente a una acogedora chimenea (o frente a Sálvame Deluxe). Siempre  pensé que las ancianas son como los gatos: les basta un ovillo de lana para divertirse. Por regla general, preguntes a quien preguntes, jurará profesar un cariño infinito por ellas "¡Qué bien cocinan, cuánto nos quieren, cómo nos cuidan, qué propinas tan golosas sueltan en navidad!" Parece impensable que alguien pueda llegar a odiarlas ¿Verdad? ¿¿¿Cómo no respetarlas con lo mayores y majas que son???  Tan bondadosas, tan generosas, tan cariñosas e inofensivas...¡JA! Que os lo habéis creído.

              Conste en acta que siempre he sido un tío bastante educado y respetuoso con la tercera edad. He cedido asientos, me he bajado de aceras y he subido bolsas de la compra montones de veces (tres exactamente). Me resulta lógico prestar ayuda a nuestros mayores si está en nuestra mano el hacerlo, se lo merecen por muy cabronazos que fueran de jóvenes (o sigan siendo). Sus huesos ya no son lo que eran, nada es lo que era. La vida puede ser una mierda y ellos la han soportado durante muchísimo tiempo ¡Qué menos que echarles una mano durante la recta final! Ahora bien...que tengan más años que Matusalén no les da derecho a comportarse como auténticos gilipollas egoístas y desalmados.



                Muchos abuelitos (En su mayoría señoras, permítanme asegurarlo) han olvidado por completo los modales y la convivencia. Sus cerebros parecen incapaces de pedir las cosas por favor, ya sólo exigen por la boquita. Se ve que con la edad se acentúan los defectos y desaparecen las virtudes. Discúlpenme señoras, llámenme sinvergüenza o dedíquenme miradas de asco, pero me cuesta creer sus dolencias viendo la elasticidad que demuestran para colarse en cualquier fila ¡Algunas merecen aplausos! Si las recriminas te llaman maleducado y se hacen las tontas "como soy viejita no me he dado cuenta de que había que esperar media hora..." Apuesto a que estas señoras que actualmente utilizan la edad  como pasaporte usaban el escote cuando eran mozas. De algunas es imposible librarse.

              El supermercado es una de sus zonas habituales, pero no es de extrañar tener que sufrirlas en el cine, teatro, cualquier tipo de tienda, tren, autobús, piscina, cohete o transbordador espacial. Son prácticamente una plaga. Eso sí, luego se les llena la boca criticando a los jóvenes. Que si nos drogamos, que si somos unos desvergonzados, unos borrachos, unos delincuentes dignos de Guantánamo...También están las señoras que se inventan pasos de cebra (cruzan por donde les sale de los cojones), las que caminan hacia ti por mitad de la acera sin variar un milímetro la trayectoria y las que ponen macetas en la puerta de casa para no tener que pagarse un vado. El respeto hay que ganárselo.         

* Os dejo un relato escrito por Mr. M sobre este tema AQUÍ

2 comentarios:

  1. De todo hay en la viña del Señor.

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  2. Has dado con uno de mis temas preferidos, la perfidia de la senectud femenina o, lo que es lo mismo, las puñeteras viejas. Conste que esto último lo digo con algo parecido al cariño, no me gusta catalogar a la gente por sus edades. Lo cierto es que hay gente de la tercera edad que es adorable, entrañable y a la que es un gustazo escuchar cuando te cuentan sus historias. Pero hay otra parte que es tal y como tú la has descrito. Egoístas, narcisistas, victimistas, prepotentes y maleducadas, siempre dispuestas a increpar a cualquiera que ose saltarse normas sociales que ellas son las primeras en pisotear.
    Mira,¡ya me he encendido! Voy a escribir un relato sobre el tema. Será mi próxima publicación. Dedicada pa' ti.

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