jueves, 26 de enero de 2012

Hablemos serio

           Incluso el “campuzo” más profundo sobre la faz de la Tierra (Ese tipo con pañuelo de tela, palillo interdental, buzo azul como único atuendo y acequia como lugar de peregrinaje) sabría definir con todo lujo de detalles y muecas el significado de la palabra topless (del latínmelonae ac descubertum”). Luego dicen que en España tenemos mal nivel de “Inglish  Pikinglish”.

            Qué entrañables momentos pasamos en los quioscos ojeando suculentas portadas de revista a la vez que, robóticamente,  abrimos algún catálogo de jardinería con afán de disimulo. Cabe mencionar que el “topless” no es solo cosa de famosas deseosas por empujar su carrera. De entre los muchos tipos de desnudo existentes (artístico, erótico, etnográfico, pornográfico…), uno nos pilla muy cerca: EL PLAYERO. Es de fácil hallazgo a lo largo de las costas españolas durante los meses de calor ¿Cuál es el motivo? ¿Es que ha subido el precio del bikini? 

            Cuando el destape es llevado a cabo por una modelo, actriz o cantamañanas televisiva, no vemos nada de malo en ello, al contrario. Pero… ¿Y si la esporádica nudista es tu madre, hermana, novia o (dios no lo quiera) abuela? Parece que la cosa cambia. Algo parecido debió de ocurrirle al gran Da Vinci mientras pintaba la Gioconda. Se dice que primeramente fue retratada desnuda ¿Por qué? Porque no la conocía. Intuyo por qué la vistió.

           No hace mucho escuché en boca de un conocido la siguiente anécdota. Buscando solucionar ciertos conflictos de pareja, propuso a su señora novia unas vacaciones en Salou. Ella aceptó sin miramientos. Ya en la playa, el enamorado hizo un alto en el camino para visitar el chiringuito mientras Dulcinea tomaba el sol. Necesitaba una hidratante cerveza con urgencia. Cumplida su misión, emprendió el camino de regreso a base. En ese período disfrutó de todos los topless…de todos menos de uno. Y es que en póker, amigos míos, el ganador no gusta de enseñar sus cartas. Allí donde haya un hombre con rotores  por ojos, habrá otro poniendo en entredicho lo de “No quiero que el bikini me haga marca, cariño”. Verídico.


            Es de complicada comprensión que esa chica que te abofeteó en aquella ocasión por no mirarla a la cara mientras hablabais, sienta un deseo irrefrenable de quitarse el sostén cuando sus pies entran en contacto con la arena. Aconsejo a Iker Jiménez el estudio de este tema como posible actividad paranormal.  Muchas “toplessianas” alegan que no sienten vergüenza de mostrarse como Dios las trajo al mundo (algunas no han cambiado demasiado) ya que, en la playa, están rodeadas de completos desconocidos. Y yo me pregunto: ¿Quién merece más el don de ver sus dones? ¿El tío que lleva años pagando Fantas o el completo desconocido? Un poco de sentido común, por favor.

            Según un estudio publicado en una revista británica, detenerse a observar los pechos femeninos  aumentaría la expectativa de vida masculina en 5 años. Los investigadores afirman que tan sólo 10 minutos de este ejercicio, pueden reemplazar media hora de gimnasio.

            También es cierto que estar rodeado de chicas en paños menores puede llevar a cualquier hombre a la más absoluta demencia. Un diminuto hombrecillo, sentado en nuestro hombro derecho, nos sugiere mirar. Otro, en el izquierdo, nos pide respeto ¿Qué hacer? ¿Arriesgarse a ser tachado de obsceno o arriesgarse a ser tonto? Si miras, mal…si no miras, peor. Recomiendo el uso de gafas de sol… y no por los rayos uva.

Hasta pronto.


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