domingo, 3 de junio de 2012

Pinochos

           Si algo tenemos en común los seres humanos es la mentira. Muchos parecen no ser conscientes de este suceso, incluso juran que raras veces o nunca lo hacen. Negarlo ya es afirmarlo, quien dice que no miente se miente a sí mismo. Según David Livingston Smith, que ha estudiado a fondo la cuestión, nuestros cerebros evolucionan para manejar el engaño como una herramienta de supervivencia. Parece ser que los mentirosos son los ganadores del juego de la vida. Desde una chica con sujetador de relleno hasta un político seduce votantes, todo es más falso que un duro de madera. Lo digo de verdad, que conste.


            No todas las mentiras son iguales, eso está claro. Algunas nos dejan indiferentes, otras dan que pensar y muchas nos cambian la vida. Se las puede clasificar según su intención, siempre se miente por algo:
  • Sociales: las dichas por educación, para no dañar al otro. Suavizan situaciones del día a día. Por ejemplo, "Ese vestido no te hace para nada gorda" o " No puedo quedar contigo porque tengo mucho que estudiar". Descubrirlas es muy desagradable.
  • Pedagógicas: sirven para motivar. "Has jugado muy bien hijo, aunque te hayas metido tres en propia"
  • Utilitaria: son famosas entre los políticos "Si me votan, prometo unicornios para todas las niñas".
  • Protectora: evitan castigos o conflictos " Llego tarde porque mi reloj va atrasado"
  • Buenintencionadas: buscan evitar un disgusto "Tranquila, esa chica con la que iba de la mano será su hermana".
  • Vitales: autoengaños, falsas ilusiones o negaciones de la realidad. Sirven como mecanismo de defensa para preservar la estabilidad emocional "Si habla mal de mí es porque me tiene envidia"
  • Manipuladoras: utilizadas en beneficio propio "Si me compras ese anillo te querré más"
  • Evasiva: culpar a otros " ¡¡Fue ese!!
          La mentira tiene muy mala reputación pero, por desgracia, es parte esencial de nuestra inteligencia emocional. No estamos preparados para escuchar verdades, escuecen más que el engaño. Si todos fuésemos como Risto Mejide, ni siquiera tendríamos amigos.



A mentir....         

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