jueves, 8 de marzo de 2012

La paja en el ojo ajeno

              Volviendo del trabajo me he topado con uno de esos abuelitos de pelo aceitoso que se hacen la cortinilla a lo Anasagasti. No he podido aguantar la risa, lo reconozco. Incluso me he girado levemente para observarle de forma panorámica...Sigo siendo un crío.  Lo desconcertante es que caminaba desprendiendo un orgullo infinitamente mayor al mío, un auténtico seductor a la española. Ni siquiera Elvis, con semejante tupé, derrochaba tanto carisma ¿Os imagináis al señor Presley con cortinilla y meneando cadera?

Ahí le tenemos.
             Me cuesta comprender a esos adorables viejecitos. Ojalá supiese lo que pasa por sus peladas cabezas mientras que, frente al espejo, despliegan sus dotes de peluquero cada mañana. Supongo que no saldrían así a la calle de no estar completamente convencidos. Creerán que nadie se percata, que su escondite es perfecto. Tan felices como un bebé que cierra los ojos y siente desaparecer. Si alguien tuviese el valor de devolverles la vista...

            Esta anécdota me ha hecho recapacitar. En realidad, todos tenemos alguna cortinilla...y no me refiero a las de pelo. Reparamos rápidamente en las de otros y no entendemos por qué siguen llevándolas "¡Es obvio que le queda horrible!" "¿por qué no se la quita?" Ten en cuenta que, mientras te haces esa pregunta, otro no cabrá en su asombro mirando la tuya. Sí, la tuya, esa tan bien peinada. 

2 comentarios:

  1. Pero que dices Moises, que cada uno se peine como quiera.

    ResponderEliminar
  2. No hablaba de peinados...pero sí, que cada uno haga lo que quiera con sus melenas. Lo que quiera, o lo que pueda.

    ResponderEliminar