lunes, 12 de marzo de 2012

Sin aviso

             La conociste en una de esas noches dónde no esperas nada y acabas teniéndolo todo. Era tarde, estabas cansado y aprovechaste un descuido para tratar de recuperar tu abrigo de la montaña de chaquetas. "Este no es...¡este tampoco!" De pronto palpaste algo familiar y tiraste sin dudar. Casualmente, tu abrigo hacía las veces de pilar maestro y  la torre cayó sobre tus hombros, como lluvia. Todo el bar contemplaba el caos sin pestañear. Ella apareció de la nada, sonrió y enmendó el desastre antes de que pudieras levantarte. 

                Conectasteis y ni siquiera tú sabes cómo. Quizás fueron los cubatas, quizás las miradas, quizás ese par de chistes malos que sonaron a buenos...quizás todo. Nada más bonito que los principios. Pasaste de ser uno a ser dos. Los meses se llenaron de sonrisas, paseos, viajes, proyectos, promesas...tantos meses que resultaron años. Todo parecía tan fácil, tan perfecto. Casi de cuento. Observabas el mundo desde el balcón, lo tenías todo.


                  Repentinamente algo se torció, algo cambió. De la noche a la mañana el teléfono dejó de sonar...ya sólo sonaban las excusas. Hoy no puedo, hoy me duele la cabeza, hoy hace frío...hoy no quiero. Los rumores caían como aquellos abrigos y tratabas de arrancarte los oídos. No podía ser posible, la conocías demasiado... "¿¿¿Otro chico???"... "¡Ella no haría algo similar, ella es ELLA!". Cuántas veces entonaste aquello de pongo la mano en el fuego. Si tuvieses que cumplir tus juramentos, estarías sin manos. Qué extraño, los mejores momentos llegan y se marchan del mismo modo...sin aviso.
              

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