jueves, 23 de febrero de 2012

Ahora entiendo.

              Así, a bote pronto, no sabría definir mi infancia. Quizás buena...quizás mala...no tengo otra para comparar. Sólo sé que fue mía y eso la hace única. Nadie elige dónde o cómo nacer, simplemente ocurre. Espermatozoide + óvulo + ilusión. Partiendo de ahí, caminas. Algunos pronto, otros tarde. Ahora sé que lo hice a la velocidad exacta. De niño cada montaña parecía imposible de escalar y los consejos sonaban a chiste. 

                  Los adultos solemos infravalorar la niñez. Madre mía, acabo de considerarme adulto. Parece  fácil eso de ser un chaval: ropa limpia en el armario, plato caliente sobre la mesa, libros forrados en la mochila y generosa propina en el bolsillo. Cómo única preocupación conseguir chucherías...¿Verdad? En realidad nada es tan sencillo cómo se suele pintar. Un bizcocho sabrá mejor o peor dependiendo de la maña con que se cocine, cada ingrediente cuenta. Somos suma de sumandos. Fueron años decisivos. 


                       Sé que fui feliz, mentiría negándolo. Hice los mejores amigos y tuve la mejor de las familias. De todos modos, sufrí. Quizás sufro más recordándolo ahora. Por aquel entonces me pareció casi normal, como si me lo hubiese ganado. Para un niño no existe mundo más allá de su clase o su patio de recreo. Pareciera que tu ciudad estuviese amurallada y rodeada de un foso plagado de cocodrilos.  Nunca fui demasiado popular, pero tampoco pasé desapercibido. Ojalá...Un atajo de gilipollas, que consideraban al leer tarea imposible, no encontraron mejor forma de presumir que ponerme motes poco agradables ¡Qué graciosos eran, qué humor tan inteligente y genuino derrochaban! En verdad no se le puede pedir mucho más a un imbécil con tiempo libre. Qué pena que nadie se percatara a tiempo del serrín de sus cabezas. 

                   De pronto llegó la universidad. Cambié de ciudad y me vi rodeado de completos desconocidos que alababan mis hazañas minuto a minuto. Coseché títulos y vivencias. No había prejuicios, todo parecía de cuento. El espejo cada vez me ofrecía mejor reflejo y se abrían horizontes. Era simplemente yo, sin conservantes ni colorantes, y eso encantaba. Fue fácil acostumbrarse a lo bueno y sigo acostumbrado. Juego en otra liga. 

                  Cuando regreso al lugar del que salí y cruzo miradas con aquellos impresentables, no puedo más que reír y reír. Ahora entiendo lo graciosos que sois. Perdonados estáis. 

3 comentarios:

  1. Pero que grande eres Moises, gusto me da leerte!

    ResponderEliminar
  2. Y qué opinas de la actualidad? Nuestros niños son igual de crueles? más? o solo cambia el lenguaje?
    Te sigo!! te leeré ya que las conversaciones de los pasillos no dan para nada!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Siempre es la misma película, pero con distintos actores.

      Eliminar