sábado, 4 de febrero de 2012

Mírame a los ojos cuando te hablo.

             Acabo de cambiar de móvil, casi por obligación. Comenzaba a sentirme observado cada vez que sacaba mi antigualla del bolsillo. Aún no sé si he obrado bien, mi ladrillito polifónico me hacía sentir especial. Lo cierto es que soy de esa minoría marginal que aún recuerda que los móviles son para llamar.Sí, para llamar ¿Sorprendido? Si preguntas a un adolescente (y no tan adolescente) sobre su juguetito, soltará una retahila de características que ni siquiera él entiende. Con suerte terminará con: "Mmmm...¡ah sí! Para llamar".

            Parece que el prestigio de las personas se mide por los megapixeles de su cámara de fotos, los gigas de su memoria o la velocidad de su internet. A algunos se les llena la boca describiendo sus mobile-phones, tanto como a una madre hablando de su hijo. Ahora se han puesto de moda los táctiles. Quizás gustan tanto porque no hay nada mejor que tocar.

           Mi nuevo aparato no me disgusta, he de reconocerlo. Una tontería más con la que ocupar el tiempo. Eso sí, me negué a contratar Internet.  Es bueno desenchufar y sentirse libre de vez en cuando. 

           Llamadme maniático, pero odio cuando estoy conversando con alguien y no para de apartar sus ojos de los míos para mirar el móvil. Te hace sentir aburrido, poco interesante ¡¡¡Estoy aquí, soy una persona real!! Llegará un día en el que dos sujetos sentados en la misma mesa intercambiarán opinión por escrito. La literatura está de enhorabuena. Jerry Seinfeld, cómico por excelencia, expresa mi opinión a la perfección.


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